(1) Y habitó Jacob en la tierra donde había peregrinado su padre, en la tierra de Canaán. (2) Éstas son las generaciones de Jacob. José, siendo aún muchacho, apacentaba las ovejas con sus hermanos, con los hijos de Bilha y con los hijos de Zilpa, mujeres de su padre; y José habló mal de ellos a su padre. (3) Y amaba Israel a José más que a todos sus hijos, porque lo había nacido en su vejez; y le hizo una túnica de diversos colores. (4) Y viendo sus hermanos que su padre lo amaba más que a todos sus hermanos, le aborrecieron, y no podían hablarle pacíficamente. (5) Y soñó José un sueño, y se lo contó a sus hermanos, y ellos le aborrecieron aún más. (6) Y él les dijo: Oíd ahora este sueño que he tenido: (7) He aquí que estábamos atando gavillas en el campo, y he aquí que mi gavilla se levantaba y también estaba derecha; y he aquí que vuestras gavillas venían alrededor, y se inclinaban a la mía. (8) Y sus hermanos le dijeron: ¿Reinarás tú sobre nosotros, o te enseñorearás de nosotros? Y le aborrecieron aún más a causa de sus sueños y de sus palabras. (9) Y soñó aún otro sueño, y lo contó a sus hermanos, y dijo: He aquí que he soñado aún otro sueño, y he aquí que el sol y la luna y once estrellas se inclinaban ante mí. (10) Y lo contó a su padre y a sus hermanos; y su padre le reprendió, y le dijo: ¿Qué sueño es este que has soñado? (11) Y sus hermanos le tuvieron envidia, pero su padre retuvo en su mente esta palabra. (12) Y sus hermanos fueron a apacentar las ovejas de su padre en Siquem. (13) E Israel dijo a José: ¿No apacentan tus hermanos las ovejas en Siquem? Ven, y te enviaré a ellos. Y él le respondió: Heme aquí. (14) Y él le dijo: Ve ahora, mira si les va bien a tus hermanos y si les va bien a las ovejas, y tráeme noticias. Y lo envió desde el valle de Hebrón, y llegó a Siquem. (15) Y lo encontró un hombre, que estaba vagando por el campo. Y el hombre le preguntó, diciendo: ¿Qué buscas? (16) Y él respondió: Busco a mis hermanos. (17) Y el hombre respondió: Se han ido de aquí, porque les oí decir: Vamos a Dotán. Y José fue tras sus hermanos, y los encontró en Dotán. (18) Y ellos lo vieron de lejos, y antes que llegara cerca de ellos, conspiraron contra él para matarlo. (19) Y se dijeron el uno al otro: He aquí, viene este soñador. (20) Ahora pues, venid, matémoslo y echémoslo en una cisterna, y diremos: Una mala bestia lo devoró; y veremos qué será de sus sueños. (21) Y lo oyó Rubén, y lo libró de sus manos, y dijo: No le quitemos la vida. (22) Y Rubén les dijo: No derraméis sangre; (23) Y sucedió que cuando José llegó a sus hermanos, ellos despojaron a José de su túnica, la túnica de colores que llevaba sobre sí; (24) y tomándolo, lo echaron a la cisterna; y la cisterna estaba vacía, no había en ella agua. (25) Y se sentaron a comer pan; y alzando los ojos miraron, y he aquí una caravana de ismaelitas que venía de Galaad, y sus camellos traían aromas, bálsamo y ládano, para llevarlo a Egipto. (26) Y Judá dijo a sus hermanos: ¿Qué provecho hay en que matemos a nuestro hermano y encubramos su sangre? (27) Venid, y vendámoslo a los ismaelitas, y no sea nuestra mano sobre él, porque es nuestro hermano, nuestra carne. (28) Y pasaron por allí unos madianitas, comerciantes, los cuales sacaron a José de la cisterna y lo vendieron a los ismaelitas por veinte siclos de plata. Y llevaron a José a Egipto. (29) Y volvió Rubén a la cisterna, y he aquí que José no estaba en la cisterna; y rasgó sus vestidos. (30) Y volvió a sus hermanos, y dijo: El niño no parece; ¿adónde iré yo? (31) Y ellos tomaron la túnica de José, y degollaron un macho cabrío, y tiñeron la túnica en la sangre. (32) Y enviaron la túnica de diversos colores, y la trajeron a su padre, y dijeron: Ésta hemos hallado; reconoce ahora si es la túnica de tu hijo o no. (33) Y él la reconoció, y dijo: La túnica de mi hijo es; alguna mala bestia lo ha devorado; (34) Entonces Jacob rasgó sus vestidos, se puso cilicio sobre sus lomos, e hizo duelo por su hijo muchos días. (35) Y todos sus hijos y todas sus hijas se levantaron para consolarlo; pero él no quiso recibir consuelo, y dijo: No, sino que descenderé enlutado a mi hijo, al Seol. Y su padre lloró por él. (36) Y los madianitas lo vendieron en Egipto a Potifar, oficial de Faraón, capitán de la guardia.